martes, 7 de agosto de 2018

Lunes 6 - Por la muga de Belagua

La sesión de blog de anoche (sobre el valle de Tena) acabó más allá de las tres y media de la madrugada. Además, ya no estoy acostumbrado a las coca-colas con cafeína reparadoras... de modo que me costó dormir, y como consecuencia, he amanecido más tarde de lo habitual.
Aun así, Laura y yo hemos salido a correr por la carretera hacia Urzainqui, el único recorrido más o menos llano que nos habían recomendado tanto Isabel como nuestra recepcionista Nazaré.

Y la verdad es que el recorrido está bien... aunque con este ferragosto que disfrutamos, a las once de la mañana ya hace demasiado calor. Así que al terminar hemos ido derechos al súper a por litros de Aquarius antes de despertar a los chicos (que ni sienten ni padecen hasta casi mediodía).


Una vez preparados hemos tomado rumbo al norte, hacia la muga (frontera) con Francia. Allí recordaba alguno de los paisajes más impresionantes... y allí siguen. La carretera es primero recta atravesando el llano valle de Belagua, una extensión plana con hayas y robles, pero luego empieza a subir con una docena de tremendas curvas de 180º (o eran 360? 😂) tipo Alpe d'Huez, los árboles desaparecen, y de nuevo aparece el paisaje alpino, verde suave y roca agreste, como en Formigal.

Paramos primero en el refugio de Belagua, donde echamos un rato compitiendo por buscar nombres en la foto de la cordillera: pico de los Tres Reyes, Auñamendi, Zuriza, Ezkaurre, Uzmendi... y sus correspondencias en francés.


Además junto al refugio había un 'grupo mixto' de vacas y caballos, irresistible para estos tres:  



 Pero fue al llegar al puerto de Larra - Belagua, siguiendo la línea de la frontera, donde el paisaje se hace más imponente. Parece un enorme anfiteatro verde, que nos gustó tanto que hemos repetido por la tarde (y probablemente mañana para intentar ver el crepúsculo - se ha convertido rápidamente en uno de los candidatos al Top de Pirineos '18) 
 
Al iniciar la vuelta, ya sobre las tres, paramos a comer en la Venta de Juan Pito, un clásico y recomendación clara de Isabel y Felipe. El sitio es encantador: casona de montaña de más de cien años, el personal más amable que se pueda imaginar, estupenda comida casera y precios irrisorios - no es de extrañar que estuviera hasta arriba de gente! Te dan un número como el de la pescadería para esperar mesa, pero una vez que has conseguido sentarte, todo va fluido y agradable. Migas, piquillos, huevos con txistorra, queso de Roncal... el local lleno de ´grupos de jóvenes montañeros y familias mayores, un ambiente estupendo. 

 

Volvemos a casa a reposar un rato, que yo aprovecho para el post de ayer (ya casi estoy al día!). Además, aunque sea difícil de creer en estas tierras, hasta que no baja el sol hace demasiado calor.
Cuando nos volvemos a poner en marcha, decidimos improvisar y tomamos la carretera al Este, hacia Ansó, que es el pueblo más occidental de Aragón. Estamos buscando altura para poder ver una puesta de Sol en condiciones, pero esa carretera va bastante baja entre bosques, y tras dar un pequeño paseo en territorio aragonés, volvemos sobre nuestros pasos y buscamos un valor seguro: Larra - Belagua de nuevo.

 

Para cuando llegamos arriba de nuevo, el sol ya hace tiempo que se ha escondido, pero hay un milagro de luz (de 'afterglow' que dirían mis amados Genesis). Abajo en el valle hay cientos (parecen miles) de ovejas con sus cencerros, y ese, junto con el viento, es el único sonido. Todo es violeta, azul y verde. La paz es absoluta.



Intento varias fotos, panorámicas o vídeo, pero no hay modo de reflejar la sensación que nos invade. Tenemos que volver. Mañana, el año próximo.

N.B. Junto con la bajada del Estany Redó en Aigüestortes, estos son los sitios que me despiertan el recuerdo de aquel programa de televisión de los ochenta, Últimas Preguntas creo que se llamaba, que abría con un paisaje así mientras sonaba el paso del tercer al cuarto movimiento de la primera sinfonía de Brahms. Nunca lo he olvidado. Para mí era la prueba de la armonía de la Creación (divina y humana) - (por cierto, acabo de volver a ver esa cabecera en YouTube y la verdad es que no aguanta el paso del tiempo: es menos sublime y más cutre de lo que yo recordaba, pero eso es lo que hace la memoria, embellece los recuerdos - y mi argumento lo mantengo igual 😏)  


Pero con toda esta levitación espiritual, se nos ha ido el santo al cielo con la hora, y para cuando llegamos de vuelta a Isaba, ya no hay manera de coger mesa en Tapia, y en nuestro hotel ya han cerrado la cocina.

Una llamada de emergencia a Isabel nos da la pista del Hostal Lola, un recoleto hotelito, más urbano que rural, donde tienen un comedor muy formal lleno con los huéspedes, y donde nos tomamos cada uno un medio menú (con postres acertadamente escogidos por Nico, que cada vez come mejor) y con eso nos podemos retirar a nuestro apartamento.

Mañana es nuestro último día en Isaba y en el Pirineo, antes de cruzar la península hacia las Rías Baixas. Hay que aprovecharlo!

2 comentarios:

Unknown dijo...

La verdad es que el relato es emocionante.
Hay algo muy sublime en esos paisajes de Belagua. Reconozco que a mí se me pone un nudo en la garganta porque me llena de recuerdos. Pero no solo es nostalgia sino también Alegría de ver ese paisaje querido con las caras de los aún más queridos moralejos.

Mirabel Moll (Mi B Mayor) dijo...

Eso sí... En esas curvas hacia Belagua yo habría dejado conducir al joven Chaparral. Mira que eres...

El viaje y el relato han ido ganando en intensidad y en belleza. Qué precioso viaje. Vosotros sois una perfecta fábrica de recuerdos. De eso uno tira toda la vida. No hay mejor inversión. Feliz remate.

Un beso muy fuerte a todos, muchachos