Hemos llegado hasta Llanars, un camino precioso para correr, llano y con un paisaje espectacular como podéis ver en el video.
Después nos hemos dado un último paseo por el pueblo, con mucha actividad comercial matutina - es un gusto ver el alma de un pueblo en los comercios y los paseantes que hacen sus compras.
Hemos preguntado en el hotel el mejor modo de llegar a Boí, y nos ha dicho 'depende: si vais derechos atravesando Pirineos de Este a Oeste, el camino es bonito pero hay muchas curvas - si no, podéis bajar casi hasta Lleida - más cómodo pero vais por autopista'. Pues bien, hemos optado por el primero (el azul, no los grises)... y en algún momento he estado a punto de arrepentirme. No recuerdo una carretera más virada en mi vida (ni siquiera la de Gualchos, aunque Nico porfiara que sí)
Al pasar por la Seu d'Urgell, hemos decidido parar para comer algo y ver la Catedral... pero este ha sido el chasco del día - la ciudad, a 36 grados, no solamente es una solana sin sombras, y con toda la humedad del Segre, sino que no parece cuidar el interés por la Catedral. Bonita por fuera, sí, pero... aprisionada por calles estrechas y sin encanto.
Total - que hemos seguido camino, sin ponernos siquiera los bocatas, y media hora después, cuando ya el hambre apretaba, hemos encontrado un área de descanso muy agradable donde hemos dado cuenta del menú habitual:
Al final, después de más de cuatro horas de viaje, hemos entrado en el Valle de Boí, y finalmente llegado a Erill la Vall, nuestra base en los próximos dos días, al habitual sonido de Funky Town, la canción que como en Shrek acompaña la entrada en la ciudad de destino.
Después de dejar el equipaje en el hotel (pequeño y simple pero agradable) hemos salido sobre las siete en busca de uno de los mitos de mi infancia: la iglesia de Sant Climent de Taúll (en mi libro de Sociales de la EGB aparecía como san Clemente de Tahull).
... y era tal como la imaginaba: como San Martín de Frómista, un perfecto ejemplo del románico, pequeña y sencilla pero impresionante en su sencillez.
Creo que le he hecho fotos desde todos los ángulos posibles, buscando la mejor luz y la mejor cara (por ejemplo, la fachada es bien aburrida). Aquí van un par de ellas.
Al entrar, y tras subir a la icónica torre del campanario (donde me he hecho una brecha en la cabeza con el techo de la escalera, inconvenientes de ser un tipo alto 😅), comenzaba un show de luz y video frente a los restos de los frescos del ábside.
El 'video mapping', como le llaman, ha empezado humilde... pero ha resultado ser un alarde técnico y artístico explicando cómo eran originalmente las pinturas en el siglo XII (la iglesia se consagró en 1123) antes de que se deterioraran y las expoliaran. Nos ha dejado boquiabiertos.
Tras ver la otra iglesia de Taúll, la de Santa María, hemos vuelto hacia Erill pasando por Boí (con la Iglesia de Sant Joan - todas preciosidades dentro del conjunto de las iglesias románicas de este valle, Patrimonio de la Humanidad).
En Erill la Vall, a diez metros de nuestro hotel, también hay otra iglesia, la de Santa Eulalia, sencilla e impresionante como todas ellas.
Además, hay un centro de Interpretación del Románico que visitaremos mañana.
Pero Sant Climent y las otras iglesias no iban a ser el único descubrimiento del día:
Paseando por Erill, un pueblo mínimo de 90 habitantes sin otro comercio que la hostelería, hemos visto junto a nuestro hotel una terraza con pinta de merendero agradable donde hemos reservado mesa para cenar. Y la cena ha sido un prodigio inesperado - por la calidad de todos los platos (cuánto bien ha hecho Master Chef), por la amabilidad del dueño, y por el increíble precio, que en Madrid no nos hubiera dado ni para dos personas. Los cuatro hemos pasado un buen rato paseando a la vuelta, comentando asombrados el disfrute de los platos y lo irrisorio de la cuenta.
En fin, 'día de navegación' (como dirían en un crucero) y también de descubrimientos, románicos y gastronómicos. Y mañana, al otro mito de mi EGB: el parque de Aigüestortes!
Así que... a descansar
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