El parque tiene dos entradas principales, una oriental por Spot, y otra occidental por Boí, a diez minutos de nuestra base. De Boí salen 'taxis', furgonetas que llevan a ocho personas hasta la entrada del parque, el Planell de Aigüestortes. Y de ahí surgen multitud de rutas con longitud y dificultad variadas.
Así que de mañana nos pusimos el calzado de excursión (para algo habrían de servir las estupendas botas de trekking de Decathlon!), nos aprovisionamos de víveres (embutidos locales y pan, como de costumbre) en el supermercat de Boí, sin olvidar la protección 50, y allá que nos metimos en uno de los taxis, donde hice migas con un nacionalista de lazo amarillo que, después de ver que no le entraba a ninguna de sus alusiones a lo 'calentitas' que están las cosas con la 'capital del Reino', acabó siendo simpático y pidiendo al guarda del parque un mapa para el 'companyero de Madrit'
Yo no sabía muy bien lo que daría de sí la jornada - lo mismo se limitaba a un paseíto por la entrada del parque, aunque Laura ya hablaba de pasar el día allí. De modo que, cuando bajamos del taxi, empezamos a caminar en dirección del Estany Long (el Lago Largo), que según los carteles estaba a una hora y media de camino, y es la ruta más popular para los turistas.
El caso es que, a medida que íbamos avanzando, veíamos paisajes que nos parecían únicos, y parábamos para sacar fotos... sólo para tener la misma sensación diez minutos después, por una vista 'aún más única': arroyos, 'estanys' (los lagos son los protagonistas - en el parque hay trescientos!), dehesas, circos de origen glaciar, cascadas desde lo más alto de picos de 3.000 metros de altitud...
... la sensación de descubrimiento y el asombro ante la naturaleza en su estado más deslumbrante, iban reforzando el ánimo a medida que avanzábamos.
Las primeras asociaciones que nos venían a la mente ante tanta grandiosidad natural eran la clásica de los 'westerns' en Colorado, o 'el salvapantallas del Mac' que tiene Yosemite, en terminología millenial.
Al mismo tiempo, nos repetíamos que las fotos, las panorámicas tan queridas por Nico, incluso el video, no son capaces de capturar ni una fracción de la sensación al estar allí - pero aun así, seguíamos disparando la cámara y posando como si estuviéramos haciendo el 'book' definitivo.
Al llegar al Estany Llong, tras una hora y media de caminata con los ojos abiertos como platos, pensamos que ya no podía haber nada mejor: un lago de agua transparente, rodeado de pradera y de picos de tres mil metros desde los que caen cascadas de agua de deshielo.
Allí hicimos el salto, y nos quedamos un rato sentados, intentando digerir las imágenes que nos llegaban - ah, y las vacas, siempre un favorito de los chicos!
Habríamos hecho tres tiendas (y yo detrás del mostrador, claro) para quedarnos allí... pero nos conformamos con abrir la mochila, hacer los bocatas, y comer a la sombra en el paisaje más maravilloso que habíamos visto nunca
Después de comer, el ánimo seguía unánimemente exultante, y tras un par de exploraciones en las cascadas, decidimos seguir un camino hacia un hipotético 'Estany Redó' (redondo), que parecía apuntar, de modo inverosímil, en la dirección de la que caían las cascadas.
Comenzamos a subir, y la perspectiva del Estany Llong iba cambiando desde la altura.
Seguimos ascendiendo una media hora por un camino marcado con estacas amarillas (no se notaban ni la comida, ni el sol abrasador, ni la impaciencia adolescente), y de repente...
...ahí estaba: surgió ante nosotros la maravilla del Estany Redó: un lago a más de dos mil metros de altitud, con agua transparente y rodeado por un perfecto circo glaciar de libro de texto. De ese estanque, sostenido mágicamente en lo alto, caían todas las cascadas que habíamos visto.
Y tras reponernos del impacto, no tardó en surgir la tentación: mejor que cualquier piscina del mundo - podemos resistirnos a darnos un baño? Sí, está prohibido, pero...
Total, que empezó Kike, y allí que acabamos todos, refrescándonos en el agua más pura y fresca que habíamos visto nunca.
Al bajar íbamos renovados por el chapuzón, y en un par de horas llegamos de nuevo a la entrada donde estaban los taxis de vuelta. A pesar de los 16 kilómetros y los 300m de desnivel, no había agotamiento ni hartazgo - Laura habría querido dormir en el refugi de Estany Llong... y no descarto que lo hagamos un día!
Una vez duchados y cambiados, aún nos quedaba energía para visitar la iglesia de Cardet, y para volver después al polo magnético de Taúll, donde Sant Climent es el mejor fondo para cualquier foto de perfil de Facebook.
Un día único, inolvidable, que por sí solo habría justificado el viaje. La realización, además, de uno de mis sueños adolescentes. Y con los kids en su mejor momento: alegres, curiosos, absorbiendo como esponjas, llenos de energía - ¿qué más puedo pedir?
2 comentarios:
La fuerza natural de ese lugar (no sé si será por los colores tan nítidos, la siluetas épicas de las montañas, la pureza del cielo) es tan grande que, sin estar allí, una percibe que es 'otra liga'. Y sí, tan inverosímil como la foto de MacOS Sierra, ja, jaaa. Veros en ese paraíso quita toda depresión, incluida la del trayecto amarillo de vuestro amigo el taxista.
El día que volváis para pasar allí una noche, como Laura quería, quiero estar allí con vosotros.
(menudo nivel de viaje este año, amigos...)
Kike, en este momento va par allá un coche patrulla. Creo que la pena por no respetar la prohibición de baño en Aigües Tortes son 3.000 euros y seis meses de prisión.
🤷♀️
Ya podéis correr.
Nos vemos en Isaba!!!
Publicar un comentario