sábado, 10 de septiembre de 2016

Viernes 19: Camaleño - Santander

 

El paseo matutino en Lon es... casi inexistente. El pueblo está en plena montaña, y el camino se borra enseguida en el bosque. Así que Laura y yo volvemos... y nos dedicamos al desayuno rural con los chicos. 



Salimos hacia el teleférico de Fuente Dé... pero lo mismo han hecho otras seiscientas personas, así que nos dan dos horas de espera. Una pena no poder subir los 800 metros hasta el mirador del Cable (la cabina encima de Laura en la foto), pero encontramos en el parador un pequeño museo del Oso Pardo cantábrico que resulta interesante como consolación.






Desandamos el desfiladero de la Hermida y paramos un rato en Santo Toribio de Liébana a visitar al Beato (aunque lo pillamos cerrado - seria fuera del horario laboral).
Así que seguimos camino, dejando la montaña y volviendo a la costa del Cantábrico para acercarnos a Santander



De camino recuerdo la cercanía de Santillana del Mar... pero sobre todo de Altamira. Vemos en Internet que el menor tiempo de espera para la 'neocueva' es a las tres de la tarde... justo la hora que es!


Así que allá que vamos. Y es una de las mejores sorpresas del camino: el museo es moderno y muy interesante para todos. Y la 'neocueva' (la reconstrucción de la protegida cueva original) es impresionante: la mano, primigenia, el caballo, el bisonte... Nos llevamos de la tienda unos cuantos libros sobre prehistoria y evolución, que espero que leamos (yo tengo uno en la mesilla que cojo algunas noches)



Finalmente llegamos a Santander a media tarde. Entramos en el Santemar, un clásico frente al Sardinero, y muy distinto a la casa de la abuelita en Camaleño. Tenemos una habitación familiar muy agradable, y nos tomamos un rato de descanso y conexión wifi.



Salimos a reconocer la costa recorriendo las playas del Sardinero, la Concha (¿pero eso no era en Sanse?), y el Camello (incluyo evidencia fotográfica de la razón de su nombre).





Y llegamos a la Magdalena mientras la tarde se ha puesto muy oscura y amenaza lluvia. Casi lo primero que vemos es la Isla de la Torre (o de los ratones) donde muchos de los Bravo intentamos aprender a navegar a vela hace ya... uf, muchos muchos años.




La Magdalena conserva su encanto señorial y decadente, sobre todo junto al Palacio, que ahora suena menos como sede de la Universidad veraniega. Y la vista de la bahía de Santander, con Somo y Pedreña al fondo y la isla de Mouro en primer plano, es tan cautivadora como ha sido siempre.


La sesión de saltos fotográficos frente al Palacio es entorpecida por la lluvia, y nos toca caminar deprisa hasta acabar cogiendo un taxi para volver al Santemar. Ya casi habíamos olvidado el clima cantábrico!  

Una vez reconfortados por una ducha caliente y un rato de descanso en el hotel, salimos a cenar. Es el día del España - USA de baloncesto en los Juegos de Río, así que nos dejamos de sitios típicos o con encanto, y nos metemos en una pizzería del Paseo de Pereda con una buena pantalla de televisión.

Claramente es el reencuentro con la vida urbana después de casi dos días mas rurales y montañeros. Y los quesos lebaniegos están bien, pero la pizza Diablo y la ÑBA son una combinación imbatible!

Ha sido un día de recorrido muy variado: la casa de Camaleño, el museo del oso en Fuente Dé, Santo Toribio de Liébana, la cueva de Altamira, el Sardinero, la península de la Magdalena... y la lluvia en el Paseo de Pereda. Mañana hay novedad: por primera vez no saldremos hacia nuestro siguiente destino, sino que nos quedamos una segunda noche en Santander. Eso nos da una sensación de estabilidad hogareña que es casi un lujo (incluso hemos vaciado las maletas y metido la ropa en los armarios!).

Así que mañana... a disfrutar Santander, un amor de juventud que sigue ahí.


 

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