martes, 6 de septiembre de 2016

Jueves 18 - Gijón - Camaleño

 La caminata mañanera de Gijón es por el cerro de Santa Catalina (con las nubes siguiendo amenazadoras la línea de la costa) y la playa de San Lorenzo, ahora muy grande con la marea baja, y aún vacía.




Al final de la bahía hay una plaza con una curiosa estatua a la madre del emigrante, despidiéndose en dirección al mar, que luego he visto que llaman 'la Loca'.


Una vez despertados los chicos a la vuelta del paseo, probamos el desayuno más olvidable del viaje, mientras vemos el consultorio de Las mañanas de la 1, que parece una costumbre regional (también estaba en el hotel de Foz)



Salimos de Gijón, no sin antes ver El Molinón, en dirección a los Picos de Europa. Esta es la única incursión en el interior, y sentimentalmente se debe a que los Picos fueron mi primera excursión de juventud, al acabar COU ('al acabar qué, papá?') - entonces el Interrail no era un 'must' como ahora. eso sí, fue una excursión de verdad, con tren, mochila, tienda de campaña y saco de dormir - cuando aún dejaban acampar en todos los sitios. Con el doctor Magel, Carlos Couce y Luisfer Robles (dónde andarán estos dos) 

Muchos sitios que ver en los Picos - Laura sugiere Covadonga y los Lagos, y allá que vamos de mañana, sabiendo que dormimos al otro lado, en Camaleño cerca de Potes, ya en Cantabria.

Según pasamos por Arriondas y Cangas de Onís, se ve cada vez más turistas de otro tipo, de montaña y naturaleza más que playeros, mucha escuela de piraguas en el Sella. Y a medida que nos acercamos a Covadonga, el tráfico se espesa y se hace una lenta procesión. En Covadonga (la basilica siempre impresiona al verla aparecer entre montañas) es imposible aparcar - y a los Lagos sólo se puede subir en bus.





Nos damos la vuelta casi resignados... y entonces decidimos subir: aparcar el coche en uno de los aparcamientos disuasorios, y coger el bus a los Lagos - la mejor decisión del día, sin duda. 
 
Media hora de subida en carretera estrecha y junto al precipicio (qué bien conducen los autobuseros), cruzándonos con otros buses y con ciclistas que han emulado a Perico y Marino Lejarreta (sí, soy de esa quinta).

Y después de la Huesera y los 'falsos llanos' (vaya concepto ciclista)... ahí están - los lagos de Enol y Ercina, que descubrimos asombrados en la Vuelta del 83.
No parece un paisaje español, sino alpino, de Heidi.
Hay cientos de personas, pero hay pradera y camino para todos. Eso tan trillado de redescubrir la naturaleza? Pues justo eso.



Y qué hacemos para comer?  
Hay un merendero / restaurante junto a cada lago, con cola para sentarse a la mesa y comer platos asturianos: fabes, chorizo de la olla, cabrales, todo de dieta blanda, vamos.
Pero además, en la barra sirven bocatas kilométricos de lomo... a 3 euros! (y yo que pensé que abusarían del monopolio). Por 15 euros comemos los cuatro de miedo, sentados en el paraíso


Sentada estaba también la vaca con la que Laura traba amistad - no sé qué se decían (aunque Quique tiene otra visión de dicha vaca).
Yo les intento contar que en mi excursión del 83, una vaca del lago Enol se nos comió los filetes empanados de una tartera junto a la tienda de campaña - pero he de reconocer que la historia de la 'vaca caníbal' resulta poco creíble


Mientras el sol va ganando a la niebla, recorremos el camino que rodea los lagos, y que incluye una antigua mina con su vagoncito, y un pequeño centro de interpretación de los Picos de Europa, muy chulo. Lo cierto es que tienen todo el entorno de los Lagos muy bien cuidado, a pesar de la cantidad de visitantes.
Antes de coger el bus de bajada, ya ha abierto la tarde y desde el mirador se puede casi ver la costa (a la altura de Ribadesella, supongo)

Nos ponemos en marcha para rodear los Picos de Europa por el Norte hacia Potes y, al acercarnos por Cabrales... otro mito de juventud: el Naranjo de Bulnes, el Picu Urriellu. Voy parando en varios miradores donde cada vez se ve mejor, ante la impaciencia de los chicos - me siento el abuelo Cebolleta. Pero es que... a que es sobrecogedora esa silueta con la luz de tarde? (dejemos lo de 'troncopiramidal', que no les acabó de entusiasmar)


Una vez consigo dominar la obsesión por la fotografía compulsiva del Urriellu, entramos en el curso del Cares y pasamos por el agobiante desfiladero de la Hermida hasta llegar a Potes... que es como un pueblo turistico playero: atasco, lleno de turistas ruidosos y puestos de souvenirs.
Menos mal que en Booking no había plazas en Potes y sólo pude reservar en un pueblo cercano llamado Camaleño - mejor dicho, en un barrio de Camaleño de nombre Lon, donde está la Posada Las Espedillas:  la típica casa rural de libro de texto, regentada por una abuelita encantadora (pero muy despierta)

Una vez instalados, la abuelita nos recomienda para cenar un sitio llamado Quesos y Cosas en un pueblecito cercano llamado Mogrovejo. Allí, en una terraza (un pueblo de 44 habitantes no se priva de un sitio fino con terraza) con vistas al valle de Liébana, hacemos una buena cata de quesos, de la que deducimos que el único que no nos gusta a ninguno es el ahumado.  

Después de un día intenso, volvemos a la posada, y allí se nos aparece la abuelita omnipresente, que parece ajena pero todo lo ve.
Y todos a dormir, que no se oye un ruido.

Vaya cambio, desde el entorno urbano playero de Gijón! Esta incursión en el interior montañés ha estado bien.




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