jueves, 23 de noviembre de 2017

Domingo 20: Oporto


Para empezar el día, carrerita con Laura por la orilla del Duero. Agradable, aunque hay que madrugar más si no quieres para calor en mitad de Agosto!  A la vuelta despertamos a los chicos, y bajamos al desayuno antes de que lo cierren. Tranquilo y agradable como se ve.
 
 
Luego ya nos ponemos en marcha para patear la parte alta de Oporto. Pasamos por la estación de São Bento - ¿te imaginas Atocha recubierta de imágenes históricas de azulejos? Puro Portugal! Pues antigua y todo, llena de trenes y de viajeros. 
 
 
 
Después tuvimos una experiencia de parcour 'extreme': subir al campanario de la Torre dos Clérigos. Uno cree que está curado de espanto habiendo escalado torres y campaniles en la Toscana o Roma. Pero cuando te encuentras a mitad de los 250 escalones, atrapado por una fila de visitantes que suben y otra que baja, en un tramo en el que sólo cabe una persona de ancho, de repente piensas que estáis todos bloqueados y eso te da la energía para desafiar la educación y los buenos modales, y avanzar rozando cuerpos hasta salir a la superficie. Y merece la pena? Pues sí, las vistas son chulas... pero mejor repetir fuera de temporada. 
Lo cierto es que la iglesia era muy original, con su planta redonda... pero no debí de hacer foto, porque no la encuentro :-(
 
 
 
El siguiente hito es posiblemente el más sorprendente de todo el viaje. Un atracón para mitómanos de... Harry Potter. Al parecer (reconozco no haber leído ni visto nada de la saga, para gran indignación de Laura, que cimentó su cultura lectora con el joven mago), Oporto alberga la librería que se ha hecho legendaria en alguna de las películas.


 
 
Y lo cierto es que la Livraria Lello & Irmão es una joya del modernismo en su interior. Su escalera recuerda el cuello de un gran reptil prehistórico, y todo el interior es de un maravilloso cuidado por los libros y por el lector. Incluso el ambiente sagrado consiguió que Nico se sentara a leer unos minutos!. Eso sí, el entorno mágico no está reñido con un sentido comercial de auténtico killer: creo que en ninguna librería del mundo hay tantas colas para pagar en las cajas. Los fans de Mrs Rowlands se lo llevan todo!
 
 
 
A mediodía ya hace un sol de justicia, y decidimos seguir el consejo de la tía Isabel, que nos recomendaba el edificio ultramoderno de la Casa da Musica, de uno de los arquitectos-estrella globales, el ubicuo Koolhas. Así que decidimos tomar un Uber, inaugurando así una de las costumbres más características de la semana portuguesa, y allá que vamos.
Lo cierto es que el edificio, más allá de su original forma geométrica, no da más de sí salvo si quieres hacer una visita guiada, y decidimos salir de nuevo al calor del mediodía y tomar otro Uber (qué tentación, a 40 grados) para visitar la Igreja de São Francisco. El interior está completamente recubierto de pan de oro (400kg de ese pan!), y resulta tan 'ostentórea',como diría Jesús Gil, que se llegó a cerrar al culto porque resultaba insultante para el barrio humilde en el que está. Curiosamente, enseguida se hizo la favorita de Kike, que nos ha salido de gustos caros.





Con esto nos damos cuenta de que ya habíamos completado la lista de objetivos turísticos del día (adjunto la prueba manuscrita), y además estábamos derrengados, de modo que volvimos al hotel para un descanso reparador y sobre todo refrescante. 






Tanto nos reanimó, que decidimos caer en uno de las tópicas tentaciones del turista en cualquier ciudad con río: el Bateau Mouche (bueno, mejor dicho en este caso el barco transportador de las bodegas de oporto que hace un recorrido de media hora arriba y abajo del Duero). Y allí que embarcamos los cuatro todos contentos. 





Kike se quedó con la frustración de no haber subido al 'extreme Jet', una motora bastante macarra, pero todos teníamos bastante paliza ya.  




Y lo cierto es que el paseo tiene su encanto, sobre todo si lo haces a la hora que escogimos nosotros, cuando el sol empieza a caer y a convertirse en la estrella de la ciudad. 



Y es que las puestas de Sol de Oporto son tremendas, sea en un puente o sobre la Ribeira. Aunque al final uno vuelve al escenario del crimen (sí, el mismo de anoche, desde el puente Luis I). Y el resultado es igual de 'breathtaking'... y al mismo tiempo, diferente al de ayer.    

  

  























Cenamos en la terraza de otro restaurante turístico, intentando (sin éxito, para frustración de Nico) ver el partido del Madrid (que estaba ganando una de las Supercopas veraniegas).


Un día bien aprovechado, y culminado con la joya cotidiana de esta ciudad: ese sol cayendo sobre ese Douro.



 
 
 
 





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