Para empezar el día, carrerita con Laura por la orilla del Duero. Agradable, aunque hay que madrugar más si no quieres para calor en mitad de Agosto! A la vuelta despertamos a los chicos, y bajamos al desayuno antes de que lo cierren. Tranquilo y agradable como se ve.
Luego ya nos ponemos en marcha para patear la parte alta de Oporto. Pasamos por la estación de São Bento - ¿te imaginas Atocha recubierta de imágenes históricas de azulejos? Puro Portugal! Pues antigua y todo, llena de trenes y de viajeros.
Después tuvimos una experiencia de parcour 'extreme': subir al campanario de la Torre dos Clérigos. Uno cree que está curado de espanto habiendo escalado torres y campaniles en la Toscana o Roma. Pero cuando te encuentras a mitad de los 250 escalones, atrapado por una fila de visitantes que suben y otra que baja, en un tramo en el que sólo cabe una persona de ancho, de repente piensas que estáis todos bloqueados y eso te da la energía para desafiar la educación y los buenos modales, y avanzar rozando cuerpos hasta salir a la superficie. Y merece la pena? Pues sí, las vistas son chulas... pero mejor repetir fuera de temporada.
Lo cierto es que la iglesia era muy original, con su planta redonda... pero no debí de hacer foto, porque no la encuentro :-(
El siguiente hito es posiblemente el más sorprendente de todo el viaje. Un atracón para mitómanos de... Harry Potter. Al parecer (reconozco no haber leído ni visto nada de la saga, para gran indignación de Laura, que cimentó su cultura lectora con el joven mago), Oporto alberga la librería que se ha hecho legendaria en alguna de las películas.